Llamaste a una puerta aguardando que alguien te abriera

… llamaste a una puerta aguardando que alguien te abriera y te hiciera pasar más allá de ella… caminaste junto a un río, buscando una playa, donde encontrar a no sé quién… trepaste a esa montaña, asomándote tras su cima… extendiste las manos deseando llenarlas de estrellas… como los románticos buscabas plantas y flores exóticas, flores nuevas que nadie conociera… no, no es allí, no es eso, ni esto ni aquello… el Absoluto no se identifica con lo que sea, ni aquí, ni allí… si crees que diste con tu destino al recibir no sé cuál diploma o te empeñaste en esta o en aquella profesión: te equivocas… no hay en este mundo «nada», ni nada de nada, que pueda en efecto ser tu fin… cuando te parezca alcanzar esto o aquello que sueñas, di, muy fuerte en tu corazón, «no es, no es, es preciso seguir más allá»… no hay cumbres para la gratuidad… más altas están las estrellas y ellas mismas no pueden cerrar el cielo… y el cielo, ¿qué es el cielo?… el cielo se abre para que vayas más allá… ¡corazón, que en nada te conformas, estás en lo cierto cuando insistes en buscar!… porque «Aquello» es ¡tan cerca! que nada ni nadie lo puede mostrar… la #rosasinporqué pide, busca y llama, una y mil veces, la gratuidad la hace perseverante en el pedir, en el buscar y en el llamar… ¿eres humilde para no dejar de pedir, de buscar y de llamar?, ¿alientas a otros a pedir, a buscar y a llamar?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 11,5-13)…