Las heridas son puertas entreabiertas al misterio de la vida

… las heridas son puertas entreabiertas al misterio de la vida… son manantiales inagotables de gratitud cuando su fuente es la gratuidad… allí donde el dolor abre la carne, hay gritos de parto que advierten el deseo de vivir… cada herida deviene, entonces, en anuncio de una reparación, en deseo de un alivio, en esperanza de una cicatriz… las heridas de una cruz que Dios no da, sino que ayuda silencioso a cargar, te revelan el ardiente anhelo de una Pascua que te murmure al oído que las lágrimas limpie los ojos para ver mejor el sentido de tu historia magullada… cuando las heridas son de muerte, cuando lo que es deja de ser, comienza la nueva vida… esa que verdea en los bordes de la herida y te regala la esperanza de que es posible siempre reescribir tu propia historia con el “lápiz” de la gratuidad… todo se mueve y se renueva… se mueve el sol, la luna y la tierra, el átomo y la estrella… se mueve el aire, el agua, la llama, la hoja… se mueve la sangre, el corazón, el cuerpo, el alma… lo que no se mueve se muere, sólo una cosa no se mueve, no se muda, permanece, y es el ¡amor!… “fija está la cruz, mientras se mueve el mundo”, dicen los cartujos… es que Dios es Dios de vivientes, déjate llevar… la #rosasinporqué permanece en la gratuidad, por eso sus heridas son fuentes de vida y de luz… ¿sanas o enfermas con tus heridas?, ¿permaneces en la gratuidad y en el amor o también mudas en lo inmudable?… (con el Evangelio de hoy, San Marcos 12,18-27)…