La presencia amada despierta alegría

… la presencia amada despierta alegría, tristeza su ausencia… tristeza del enamorado, de la enamorada… pero existe una tristeza egoísta, esa que mana desde heridas viejas y desde nuevos golpes repentinos no bastante llorados en lo que tienen de despojo, ni bastante acogidos en lo que tienen de nueva vida… se infiltra astuta en la mirada y apaga el brillo de las realidades cotidianas, va depositando en la coyuntura de los huesos su rigidez y su torpeza… un aire inasible empapa de desazón indescifrable los recuerdos luminosos, las certezas cálidas de ayer parecen arqueología ajena, esculturas sin nombre en plazas olvidadas… esta tristeza se esconde bajo el deber cumplido, maquilla su rostro con arrugas de responsabilidad, se disfraza de sensatez que todo lo calcula bien… va doblando las espaldas, con lamentos resignados, por haber visto y saberlo todo, y ya no espera nada nuevo que valga la pena celebrar… al ver pasar a los niños con sus risas de colores, queda sumergida en la nostalgia, y llora oportunidades nunca atrapadas en un puño ya sin fuerza… esta tristeza corrosiva deja en el alma un residuo de vida usada no disfrutada… ¡líbrame de esa tristeza egoísta, Señor enamorado de la vida y de la alegría!… la #rosasinporqué no se marchita con una tristeza egoísta, la gratuidad la hace envejecer con alegría… ¿te permites esa tristeza corrosiva y egoísta por sentirte fracasado?, ¿lloras las ausencia amadas o las oportunidades perdidas?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 16,16-20)…