La humildad no se pregona ni se explica

… la humildad no se pregona ni se explica, se practica… el humilde no sospecha que es humilde, sino que busca vencer su subjetiva primacía primereando a los otros con detalles y atenciones que nadie fotografía ni publicita… el humilde posee una secreta alegría al ver que los otros llegan primero, eligen lo mejor, se los considera más importantes, y de él se olvidan… no es que desprecie su vida, sino que aprecia más la vida de los otros a quienes desea servir sin “sueldo ni propina”… libérame, Señor, de mi yo exagerado que se dice a cada rato buscando saludos y aplausos… líbrame de estas cadenas que impiden la sencillez, la cercanía, y la serena alegría de los otros cada día… mi límite acogido me libera de la imposible tarea de alcanzar la perfección de centímetros y leyes… mi pecado perdonado me libera del orgullo que levanta el corazón y la mirada por encima de todas las cabezas… mi fragilidad asumida me libera de construir sobre mi suficiencia quebradiza y vana… mi proyecto fracasado me libera del miedo a la derrota que ahoga la fantasía y congela el mañana… humildad, ¡visítame!, ¡abrázame!, ¡entra en mi casa, quédate, siéntate a la mesa, déjeme servirte y sé mi vida!… la #rosasinporqué no presume ni ostenta hermosura, pero la gratuidad con humildad la hace la más linda… ¿cómo primereas a los demás con detalles y atenciones?, ¿conoces las “letanías de la humildad”?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 14,7-11)…