Hay que estar muy enamorado

… hay que estar muy enamorado, o haber llegado al límite de las propias posibilidades, haber tocado fondo, haber asumido que uno es un ser necesitado, para poder decirle a otro “si quieres, puedes amarme”, “si quieres, puedes darme una mano”… un “si quieres” como súplica humilde no lastimosa: “no digas que me amas, ¡ámame!”, “no digas que me ayudas, ¡ayúdame!”… un “si quieres” exigente no exigible: “si no quieres, no puedo obligarte, porque está en tu voluntad quererme y ayudarme”… “porque te amo, si tú quieres amarme, seremos irrenunciablemente felices”… “porque necesito, si tú quieres ayudarme, seré fielmente agradecido”… este “si quieres, puedes purificarme” de aquel leproso, Señor, tocó tu corazón y tus entrañas hasta conmoverte… extendiste tu mano y lo tocaste, porque no existe amor sin cercanía, sin contacto, porque no existe ayuda digna si queda sólo en lo exterior y no llega al corazón… y dijiste: “¡lo quiero!”… enseguida la lepra desapareció y quedó purificado… al quedar curado, la salud volvió a su piel… al quedar purificado, su corazón volvió a vivir en comunión con Dios y con sus hermanos… Señor, yo también te digo: “si quieres, puedes purificarme”… la #rosasinporqué es tan hermosa porque aprendió a vivir abandonada en el “si quieres” de la gratuidad… ¿piensas que tus necesidades son estrictamente derechos que debes reclamar?, ¿sabes vivir feliz en el “si quieres” de los demás?… (con el Evangelio de hoy, San Marcos 1,40-45)…