Entre tanto ruido, corres el riesgo de pensar que con la queja y los gritos puedes solucionarlo todo

… entre tanto ruido, corres el riesgo de pensar que con la queja y los gritos puedes solucionarlo todo… te olvidas que el cambio pasa por uno mismo y que el espíritu no se puede quedar solo en la palabra, por muy alto que sea su volumen… el deseo de cambio debe cristalizarse en actos sólidos y sensatos capaces de construir… la gratuidad no es una fuerza que te lleva a gritar y que un día enmudece por afonía o cansancio, tampoco es el voluntarismo que se desintegra ante las adversidades… la gratuidad es inundación, es derroche… como una linfa silenciosa empapa todo lo que eres y todo lo que sueñas… ¡es don vertido en el cuenco de tu vida!… recógela como pepitas de oro en las arenas del río de tu historia… búscala y hállala y que te regale lo que no es tuyo solo, sino de todos… no te permitas acaudalarla, reservarla y guardarla, no te satisfagas en cuidarla y limpiarla como pieza curiosa de un museo para el turismo humano… que la gratuidad te enseñe a perderte, y que te pierda, que ella disponga de ti y te vierta donde quiera… que ella te siembre, sin medida, al voleo… no te guardes, trigo, sin romperte y sin dejar espiga para ser harina… que del pan, que ella te amase, se han de saciar miles de hambres… que tome, la gratuidad, lo que te dio, especialmente lo más tuyo: tu poder decidir sobre ti mismo… la #rosasinporqué decide ser amor y gracia, y ¡eso le basta!… ¿vives del Espíritu, de la gratuidad?, ¿te dejas hacer, sembrar, romper, amasar, ser pan bueno, por y para los que amas?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 15, 26-27; 16, 12-15)…