Desde tu habitación, jardín interior, en el mismo misterio de todos los días

… desde tu habitación, jardín interior, en el mismo misterio de todos los días, descubres un nuevo respiro de tu libertad… si abres los ojos interiores en el siempre renovado y renacido secreto, verás que amanece la confianza sin límites más allá de cualquier temor, o angustia… ¿hay algo o alguien que pueda apartarte del Amor de Dios, de la gratuidad en su totalidad y plenitud?… en tu corazón, bien «dentro», resuena esa suave y única melodía que tanto evoca a la aurora… música que es silencio, silencio que es «música callada»… “¡ven a Mí!, Yo te aliviaré… ¡Yo te amo!”… nace así la trascendencia en tu corazón, por un amor que se te tiene sin mérito alguno de tu parte… no sabrías, ¡no podrías!, diseñar frontera alguna… es verdad que tantas veces no hay signo alguno, no “sientes” nada… pero todo lo hallas en el Corazón que tanto te ama, en el Secreto del Padre, sin multiplicar palabras… y si susurras no sé qué cosa en tu respiro, quedas hondamente -¿cómo decirlo?- como el leño abrasado en Aquél Único que te dice sin cesar: «Yo te amo, ¿no te das cuenta?»… la #rosasinporqué sabe de su insignificancia, de su pequeñez, por eso no presume de la gratuidad que la sustenta y así despeja toda tormenta… ¿cuándo estás agobiado y angustiado a quién vas, a quien recurres, a dónde buscas ayuda y alivio?, ¿vas al gimnasio de los méritos para que te amen o reconoces que el amor que te tienen es pura gratuidad?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 11,25-30)…