¡Cuántos ciegos para la esperanza!, ¡y cuántos videntes para las calamidades!

… ¡cuántos ciegos para la esperanza!, ¡y cuántos videntes para las calamidades!… no ver con esperanza la vida es dramático, pero ver mal la esperanza de la vida es trágico… se ven las cosas deformadas cuando no se ven con el corazón abuenado… porque si el corazón no está abuenado, no se ven las cosas como son… buenas intenciones no son nada sin poner los medios, especialmente cuando puedes… en las manos de los Pilatos está hacer justicia, pero sucumben a las amenazas… en las manos de muchos está el poder hacer algo, pero miran para otro lado… en el fondo los Pilatos de la historia ceden a un chantaje: “crucifícalo o prepárate para que todo se convierta en un polvorín”, “cierra los ojos si quieres, lávate las manos, carga sobre nuestras conciencias su vida, pero condénalo”… y los Pilatos lo hacen: cierran los ojos, se lavan las manos, optan por lo conveniente y olvidan lo esencial, optan por lo presente y olvidan lo que no tiene momento… y siguen adelante con sus vidas como si tal cosa… lavarse las manos, excusándose de no ver, es una vergüenza… vives tan vertiginosamente, tan rápido, que nada ves… deberías tomar el paso del tiempo como cosa sin importancia, entre lo que “para siempre” permanece… lo que transcurre aprisa, pronto ha de pasar, tan sólo lo que queda te seduzca… la #rosasinporqué no pone su arrojo en la velocidad, ni en el empeño de volar pasando por arriba de todo y de todos, sabe que así ciega quedaría y sin gratuidad… ¿te lavas las manos excusándote de no ver lo que realmente acontece?, ¿ves con esperanza tu caminar y el caminar de tus hermanos?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 9,27-31)…