Cómo se me ocurre decirte

… ¿cómo se me ocurre decirte, hermano, lo que debes hacer, yo que vivo gambeteando la realidad acomodándola a mis intereses?, ¿cómo se me ocurre tomarte de la mano y guiarte yo que miro y no veo, yo que hablo y no escucho, yo que demando y no comparto?… Señor, cuando me encierro en mí, no existe nada… ni tu cielo y tus montañas, ni tus vientos y tus mares, ni tu sol, ni la lluvia, ni las noches estrelladas… ni existen los demás, ni existes Tú, ni existo yo… soy un invidente de la realidad y de la gratuidad… a fuerza de pensarme, me enceguezco, y una oscura soledad me envuelve, y no veo nada y no oigo nada… y una soberbia insoportable emerge de mi nada, poniéndole medida y etiqueta a todo y a todos, porque “lo digo y lo pienso yo”… ¡cúrame, Señor!, cúrame por dentro este corazón farisaico… despiértame, Señor, de este coma profundo, que es amarme a mí mismo por encima de todo… que yo vuelva a ver, a verte sin cuestionarte, a verles sin juzgarlos, a ver tus cosas agradecido, a ver la vida como un regalo, a ver a mi hermano como un don… y que empiece, Señor, a hablar, como los niños, balbuceando, las dos palabras más esenciales de la vida: “Padre” y “nuestro”… la #rosasinporqué mira todo desde la gratuidad, por eso todo le resulta agradable y luminoso… ¿das consejos sin ejemplo?, ¿hablas y no haces nada?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 23,23-26)…