Como en el vacío no hay redes circenses, colchonetas de gimnasio ni amplias lonas de bombero que valgan

… como en el vacío no hay redes circenses, colchonetas de gimnasio ni amplias lonas de bombero que valgan, ¿querrías acercarte a un precipicio y saltar al abismo sabiendo que la caída que te espera conduce a la nada?… hay veces donde el vacío se desdibuja: qué sensación más placentera cuando aprendiendo a andar en bici una mano amiga te sujeta y sostiene por detrás, qué seguridad lanzarte de cabeza desde un trampolín sabiendo que el agua te rodeará en un abrazo refrescante… sin embargo en tu vida cotidiana las experiencias de saltar al vacío no debes buscarlas mucho, vienen solas y sin paracaídas… cuando la vida se convierte en riesgo familiar o laboral y te la juegas en un triple salto mortal, cuando la desolación se emparenta con la pérdida o el fracaso, entonces llegan los momentos donde no queda más remedio que saltar al vacío… como esas veces donde se te acaba la “pista” de las oportunidades y te toca aterrizar sí o sí, cuando tu vida se viste de duda y tienes el agua al cuello y te falta el aire por los agobios, o cuando todo parece difícil y es más fácil huir que permanecer… es en esos momentos cuando te toca saltar, lanzarte a lo desconocido, al misterio de la vida donde Alguien te espera… cuando el amor y el agradecimiento te mueven de verdad eres capaz de locuras y de saltar vacíos que antes no te atrevías afrontar, por amor salvas distancias imposibles y haces esfuerzos más allá de lo pensado… la #rosasinporqué se transfigura por la gratuidad, de tal manera que los saltos al vacío son saltos al amor que la espera y la recibe siempre… ¿te dejas transfigurar por la gratuidad?, ¿en las manos de quién está tu vida y la vida de quienes tanto amas?… (con el Evangelio de hoy, San Marcos 9,2-10)…