¡Ay de quien no está herido, de quien jamás se siente herido por la vida, ni en la vida reposa herido alegremente!

… ¡ay de quien no está herido, de quien jamás se siente herido por la vida, ni en la vida reposa herido alegremente!… en el trascurso de tu vida vas acumulando ciertas heridas… algunas forman parte de tu ser, otras las crea la propia vida, y otras veces tu eres responsable y otros pueden padecerlas… en ocasiones te cuestionan y te inquietan… ¿qué haces con ellas?, ¿cómo las vives?, ¿cómo sanarlas y ayudar a que cicatricen?, ¿cómo conseguir que no centres toda tu atención en ellas?, ¿quizás te ayudan a ser más humano y solidario?… sí, eres vulnerable, las heridas aparecen y no puedes evitarlo… parte de la “sanación” quizás pase por el modo en que las interpretas y sobretodo cómo las vives… el día a día provoca algunas de tus heridas, o por lo menos las inicia… cuando te dejas atrapar por lo rutinario, cuando pactas con la superficialidad, si apuestas decididamente por buscar sólo el bienestar… poco a poco lo cotidiano va provocando ciertos roces al interior de tu corazón… una relación que se tuerce, un trabajo que desgasta o no llena, unos estudios sin motivación, una discusión, los esfuerzos sin recompensa, al final aparece una herida… eres vulnerable y no te gusta… sin embargo, “esa” herida puede ser la ocasión para pedir ayuda y dejar que otros te den una mano… la #rosasinporqué acepta desde la gratuidad su condición vulnerable, y aprovecha cada situación para mirar más allá y más acá… ¿cómo te comportas al descubrirte vulnerable?, ¿evitas herir a tus hermanos o ni siquiera te das cuenta si los hieres?… (con el Evangelio de hoy, San Marcos 5,21-43)…