A veces al rezar te sale el fariseo que llevas dentro

… a veces al rezar te sale el fariseo que llevas dentro… y entonces te apropias un poco de Dios, y le dices: “soy de los tuyos”, pero en realidad lo que le estás diciendo es: “Tú eres de los míos”… y, veladamente, se te cuela la mirada por encima del hombro a los otros, los que no creen, o creen de manera distinta, los que sobre los diferentes problemas se sitúan en otro lugar… arrugas la nariz, por dentro, aunque por fuera tu rostro sea plácido y sereno… te sientes más verdadero en tus convicciones, y les detestas un poco porque no son como tú… a veces, al rezar asoma el publicano… y entonces dices a Dios, con una mezcla de pesar y aceptación, dolor y confianza: “esto es lo que hay”… y lo dices sin reto ni rendición, sin arrogancia ni ego… entonces expresas, desde lo hondo, que no puedes, que no sabes, que no alcanzas, pero que aun así, caminas, confiando en que con tu barro Él sabrá qué hacer… y ofreces tu amor, a veces ensombrecido por el egoísmo, y tus manos vacilantes, y tus dudas… y, en tu fragilidad tan absoluta, la oración se vuelve abrazo… la #rosasinporqué reconoce su pequeñez, por eso ora agradecida sin compararse con nadie… ¿quién prevalece en la oración, el fariseo o el publicano?, ¿e la oración miras a Dios o miras a los demás comparándolos contigo?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 18,9-14)…